Vas en el bus, amigo Sancho (los burros modernos), y te ha tocado el lado de la ventana. Estás ante la ocasión de ver tu pasado, analizar tus errores, reprocharte si es posible, empezar una discusión con vos mismo internamente, mientras los demás van con la vista al frente, idiotizados en los videos obscenos que se van pasando en el nuevo televisor instalado en el bus para matar el aburrimiento de sus pasajeros. En pocas palabras, la vida te da hoy la oportunidad de reflexionar.
El bus empieza su marcha y la terminal se aleja detrás, hacia los lados pueden verse las últimas casas de la ciudad, y se abre paso la soledad en el paisaje venidero. Ves hacia abajo y la línea blanca parece correr a la par del bus, y más allá el pasto se deforma por la velocidad del vehículo. Todo parece indicar que es el momento justo para empezar con las cavilaciones.
Tantas cosas hay para poder aprovechar este viaje que recién ha comenzado, y que no mucha gente se atreve a disfrutar. Podrías empezar por echar una mirada al horizonte a lo lejos, desde ahí, desde el vidrio, se pueden apreciar las montañas que coquetean con alguna nube, nube quizá negra que te avise que la lluvia pronto te obligará a subir ese vidrio.
Por algún motivo empieza a haber música al fondo, no del monitor tonto que sigue mostrando videos de banda o de reggaetoneros al frente del bus, sino en tu mente, un susurro, un violín, un piano, un grillo, lo que sea, pero es música al fin. Y comienzan entonces los temas serios a pasar por tu cabeza.
Quizá veás unos niños jugando a la orilla de la calle, si acaso eso es posible, porque vos sabés que ahora los niños no salen a jugar, prefieren ver la tele o el celular. Y vendrán a tu mente quizá aquellos juegos de tu infancia: el ángel de la bola de oro, cuartel, el mundo al revés, quién la anda, el escondite... tanto juego. Y pensarás que te hace falta ese tiempo cuando había menos preocupaciones.
Empezarás a crecer nuevamente desde tu asiento, y tal vez la lluvia empiece a caer. Entonces vas a subir el vidrio y verás con tanta curiosidad cómo se va empañando poco a poco a causa de la humedad. Y afuera un par de novios en su moto acelerarán porque no quieren quedar empapados, y vos vas a pensar que alguna vez quisiste estar con alguien especial bajo la lluvia. Tal vez te dé la tentación de escribir su nombre en la ventana del bus... y quizá lo hagás.
Pasarán muchos, muchos pasajes de tu vida ante tus ojos, tantos problemas que te están agobiando en ese justo momento, pero el aire se siente un poco más liviano a la orilla de esa ventana. Tal vez las penas bajo la lluvia se confunden con las lágrimas del cielo. Entonces llorar no será tanto problema, pero no, no se puede dentro del bus, los demás lo notarían, sería vergonzoso; bueno, eso si notan tu llanto, porque recordemos que van pendientes de la música estúpida del monitor.
Sería una mejor idea empezar a pensar en el futuro. Sí, esos planes que has hecho y que aún no has tenido tiempo de realizar, porque no te has dedicado suficiente tiempo para vos mismo, amigo Sancho. El estudio o el trabajo te han consumido tanto que no te habías dado cuenta que te estás perdiendo de las cosas lindas de la vida, las cosas agradables, más agradables que el dinero, cosas pequeñas como ir al lado de la ventana en un bus pensando en el futuro, en tus sueños y ambiciones, en tu felicidad por alcanzar, en los viajes por realizar, en el éxito venidero.
Pudieras pensar en cosas más profundas aún, podrías ver el arco iris que empieza a aparecer en señal de que la lluvia cesará, preguntarte dónde estará su origen, y su relación con el agua y el sol, el sol mismo que ilumina, el pequeño fotón que llega a las plantas, y las plantas que son un laboratorio, y la botánica, la ciencia, el mundo, la humanidad, la historia, el cataclismo, el tiempo, el fin... pero el fin te ha llegado primero, amigo Sancho, porque ya el bus llegó a su destino.
Es momento ahora de bajar del bus, y continuar con la rutina de la vida. ¿Será acaso la vida una rutina luego de estas profundas reflexiones? Nadie lo sabe, pero ojalá sea distinta al menos para vos, amigo, que tuviste la dicha de aprovechar esa bendita ventana del bus que la vida misma te ofreció no por azar, sino porque la necesitabas... Y ahora no volverás a ver de la misma manera cuando te sentés en el lugar donde va la ventana, porque sabés que en él siempre habrá tiempo para aprovechar el viaje y arar tu alma.
Touché
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