Todo lo anterior se ha venido a combinar con la generación de idiotas que Einstein profetizaba, misma que ya ha llegado. Imaginate, hermano, que hay tanta preocupación por la vida fuera de este planeta, mientras la que tenemos acá nos la estamos fumando. Tenemos más casas que hogares, más contactos en Facebook que amigos, más mensajes de texto que pláticas, y decimos ser una sociedad. Nos gusta la idea de la felicidad, pero no queremos construirla; nos gusta tener sueños, pero nos conformamos con lo que tenemos.
Qué triste resulta que los jóvenes ya no lean, que ya no platiquen, que ya no piensen. Vos y yo, amigo Sancho, podemos cambiar el rumbo que lleva nuestra especie. Que nuestras plazas se llenen de cantos a la vida, que nuestras vidas se llenen de hermandad, que creamos menos cada día en las fronteras, y aprendamos a amar. Pero que todo este cambio empiece por vos y yo, quijotizando la vida, o haciendo preguntas de Principito, para darle mayor sentido. Vos y yo, hermano, haciendo el bien a los demás...
Es hora de hacer un alto en el curso de la humanidad. Necesitamos un mundo con menos armas y más guitarras, con menos lágrimas y más sonrisas, con menos jefes y más líderes. En este siglo en que la imagen ha ganado tanto terreno en nuestras vidas, es necesario también que el alma tenga una buena nutrición. El mundo necesita más que solo cosas, porque las cosas, como las especies, son pasajeras.
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:-)
ResponderEliminarFuiste la primera en comentar mi blog. Te has ganado un dulce de nancite.
EliminarNo sé si por causa de la tecnología, todas aquellas dificultades se podrán ver de cualquier manera, excepto una oportunidad de triunfar sobre ella. Ahora me pregunto, con mucho temor, en qué desembocará toda esta ola de actitudes. Desde luego, a un sector muy limitado le interesa se masifique aún más. Pero para aquellos que nos corresponde guiar a las nuevas generaciones no paramos de pensar si nuestra metodología es la adecuada, habría que intensificarla o cambiarla de raíz.
ResponderEliminarYo a veces me pregunto lo mismo. Ojalá no sea el final tan triste como el desarrollo.
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