Ayer me encontraba esperando a mis compañeros afuera de la oficina del maestro, antes de una evaluación. Como había llegado bastante temprano, decidí aprovechar el rato y leer un poco. En mi bolso traía dos libros: El amor en los tiempos del cólera y Amor puro. Del primero ya habrás escuchado hablar; del segundo me permitiré aclarar que es un libro religioso. Decidí leer el segundo.
Mientras leía y me interesaba cada vez más en su contenido, apareció en la escalera uno de mis compañeros. Hizo un ademán de saludo y luego preguntó qué estaba leyendo. Al ver el título del libro frunció el entrecejo y soltó una risa sarcástica, hasta cierto punto lastimera. "No deberías estar leyendo eso" dijo con cierto rigor. Yo esbocé una sonrisa que demostrara mi desinterés por el comentario y le dije un "¡Adiós!" con los signos de admiración bien puestos. Continué con mi lectura.
Mi amigo siguió subiendo las escaleras y yo no despegué la vista de mi libro [...luna de Plutón está siendo un éxito de ventas en todos los países de habla hispana...]. De pronto, su voz se escuchó desde arriba: "Béker... ¡Eso no existe!". Solté una carcajada. De eso es de lo que quiero platicarte hoy, querido Sancho. Te hablo de eso, te hablo de aquello.
La pureza del amor es algo inherente al mismo. El amor no es ningún sentimiento improvisado, ni una cosa manipulable. Es verdad que implica decisiones propias y también renuncia, pero si es realmente amor no va a dar en nosotros frutos podridos. El amor es un lirio... aunque estuviera entre fango, seguiría siendo un lirio.
Negar la pureza del amor, es negar la esencia del amor. Es negar al amor mismo. El amor es puro y si no lo es no es amor... puede ser deseo, puede ser atracción, lástima o una obsesión, pero no amor. Considero, Sancho, que decir que el amor puro no existe, es lo equivalente a decir que el amor es meramente carnal e instintivo, que solamente implica deseos, lascivia y satisfacción. Decir eso, amigo mío, es despreciar la otra parte (quizá más vasta) de la persona: su alma, su corazón, su ser.
Y no significa que la atracción física o la parte visible sean malas, nada de lo creado por manos Supremas es malo, pero el amor también implica una responsabilidad, no son solamente mariposas del estómago, suspiros y piel de gallina... es un mutuo respeto, valorarme a mí y a la otra persona. No es una búsqueda de lo que me puede beneficiar a mí. Es un compromiso, por eso requiere mente y corazón, más allá del instinto.
No imagino un Quijote escribiendo poemas a una Dulcinea, llevándole flores, cancioncitas de amor, diciendo bajar la luna, durmiéndose hasta muy tarde por charlar, pensando en ella todo el día, queriendo verse agradable, llevando chocolates... todo esto sólo con la intención de ganar un favor sexual. No lo imagino.
¿Acaso vos, amigo Sancho, o vos Dulcinea, no amarías a alguien si con el tiempo su cuerpo cambiara? ¿dejaría de interesarte si no te ofrece una satisfacción a la libido? ¿no estarías dispuesto a ganarte su corazón más que su cuerpo? ¿acaso cuando estés anciano o anciana no existirá el amor hacia quien te acompañe? Hay tiempo para todo bajo el sol... pero en las sombras todo va a destiempo.
Hay que darle al amor su lugar, al deseo el propio, al instinto también. Que no se interrumpan uno al otro, que no se desvirtúen. Qué pena pensar que se limite tanto al amor como para no ver tanta bondad que tiene dentro de sí... qué pena que se confundan los lirios con las bellotas... qué pena que se crea que el amor es carne a la parrilla. Realmente hace falta arar el alma, querido Sancho.
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